Porque el arte también puede ser divertido, no hay que perderse la experiencia que ofrece la muestra Polesello joven 1958—1974, en el MALBA. ¿Cuál es la propuesta? Conocer el trabajo de Rogelio Polesello jugando con las formas, los ángulos, los colores y las diferentes perspectivas. De esta manera, el participante deja de ser un simple espectador para comenzar a sentirse un elemento más, dentro de lo que fue, alguna vez, el mundo del artista.
A Rogelio (1939-2014) le gustaba mirar el mundo de otra manera. De chico, usaba un vidrio como si fuera un monóculo para observar los dibujos que hacía su madre; y el efecto de la luz los distorsionaba y los colores convergían como un caleidoscopio.
A los 20 años, conoció el acrílico, el material con el que ideó lupas que podían deformar y proyectar nuevas figuras infinitamente. En esa época, también hizo creaciones con materiales metálicos y pintura a soplete.
Cuando exponía sus obras, Polesello pretendía que el público pudiera interactuar con ellas. Así que, a partir de este dato, el Malba retomó la idea exhibiendo numerosas esculturas con las que el espectador pudiera generar efectos ópticos, sacarse fotos y compartirlas en las redes sociales.